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22 de julio de 2010

La Esfera


Primero que nada, les pido que tomen esto como ensayo en un nuevo genero pues el misterio no es mi fuerte pero decidí iniciarlo con esta historia como primera practica

Ricardo, capitán del escuadrón policíaco era un hombre de cuarenta, alto y robusto, de facciones toscas y piel muy morena producto de la guerra en el pacifico. Su pelo entrecano estaba recortado en perfecta forma militar y su oficina y uniforme estaban impecables.
Se encontraba sentado en su escritorio junto a la luz de su lámpara para escritorio, leía un informe policial sobre secuestros recientes y a cada línea sus facciones se hacían más toscas y endurecidas. Un secuestro era cosa del diario en esa ciudad, pero la ola constante y de gente relevante hizo que las autoridades superiores, presionadas por la población, metieran en cinto al departamento policial amenazando con traer a un equipo “más” competente si no se resolvían los casos a la brevedad.
El modus operandi era el mismo, los sujetos recibían una llamada de menos de 30 segundos, desde distintos teléfonos públicos y dos horas después, desaparecían del mapa dejando solo su medio de transporte y sus pertenencias valiosas en puntos monitoreados constantemente por la policía. “Fanfarrón” pensaba el oficial cada vez que llegaba un caso igual “quiere probar que puede moverse frente a nuestras narices”.
Las oficinas de afuera se apagaron una a una hasta que solo quedó la suya iluminada tenuemente por su lámpara. Dejó el escrito en la cubierta del escritorio, se talló los ojos y se desperezo,-Vaya caso mas complicado-pensó mientras se le escapaba un bostezo- y lo peor es que mi carrera peligra si no lo resuelvo-. Decidió ir a la maquina expendedora de café por un americano bien cargado.
Cuando regresaba a su oficina privada vio uno de los cubículos encendidos, consultó su reloj, eran más de las doce de la noche, ningún oficial permanecía mas haya de las nueve de la noche. Mas extrañado que curioso se dirigió a la fuente de luz para averiguar quien era el dedicado servidor publico que permanecía hasta esas horas. A los dos metros el cubículo se percató de que la figura que estaba reclinada sobre la mesa no llevaba el uniforme oficial, tenia puesta una camisa negra aterciopelada, pantalón blanco de lo que parecía ser casimir y un sombrero corto de color negro con listón blanco rodeando la copa. Dio gracias al suelo alfombrado que mitigaba el ruido de sus pasos. Cuando estaba a solo un metro del hombre este volteó rápidamente y le apuntó con un revolver .44 a Ricardo, la luz que salía del foco ilumino el rostro del sujeto. Tenía la cara surcada de cicatrices, parecían ser viejas pero muy mal curadas, la carne estaba ennegrecida alrededor de las líneas y rosada en las mismas.
-¿Quién eres?- preguntó Ricardo mientras pensaba en la mejor forma de salir del aprieto. –Mi nombre no importa Ricardo, lo que importa es los males que has hecho-. su voz era grave, pausada y seca, como de una persona enfermiza.
-¿De que males hablas?-.
-la ignorancia que presentas ante las desapariciones-.
-No son errores míos, son las dificultades del caso-.
-¡Idiota! La realidad siempre ha estado frente a ti y nunca la has notado-.
-¿Qué?- Ricardo estaba empezando a temblar, pues el dedo de su oponente estaba peligrosamente blanco, lo que indicaba que falta muy poca presión para accionar el gatillo. –Sígueme- lo empujó presionando el cañón del arma contra su pecho, Ricardo dio la vuelta y comenzó a caminar, la expectación se sobreponía sobre el miedo del disparo. Salieron de las oficinas y al llegar a la calle giraron rumbo al norte, donde comenzaban los lotes baldíos, lo llevó al más alejado, una luz verdusca salía por los huecos en los tablones que rodeaban el pedazo de terreno.
Ricardo esperó encontrar un auto, un letrero luminoso o algo por el estilo, pero en su lugar estaba una esfera de lo que parecía ser metal, y de ella salía esa luz, la esfera era deslumbrante, el sujeto le presionó mas el cañón contra la espalda y Ricardo sintió el frío metal de la esfera tocando las yemas de sus dedos. Esta se abrió y dentro se encontraban todas las personas desaparecidas, estaban con la piel floja, blanca, como si todos sus fluidos y órganos hubieran sido retirados. -¿Qué demonios es esto?- Gritó Ricardo mientras se echaba para atrás evitando ser succionado por la esfera.
-mi Maestro-.
-¿Maestro? No juegues con…- se interrumpió a mitad de la frase pues la esfera comenzó a moverse sola, salió una mano gigantesca del suelo y lo tomó de la cintura. Comenzó a presionarlo y sintió como si se le salieran los ojos de sus cavidades.
-entiéndelo Ricardo, mi Maestro siempre ha estado aquí, tu has pasado miles de veces enfrente de el y jamás sospechaste de el, ahora pagarás tus tonterías y mi Maestro se hará mas poderoso-
-pero esta cosa ¿Qué demonios es?- Ricardo estaba quedándose sin aire y notaba un hilo de sangre saliéndole por la nariz, la presión estaba a punto de hacerlo explotar. –Solo necesitas saber que el es el próximo líder de mundo y que será El quien origine a la nueva especie-.
En un Último arrebato de energía Ricardo le tiró una patada al hombre, este cayó dentro de la esfera y comenzó a gritar, su piel se comenzó a quemar y se disolvió en las paredes de esta. –Bien, al menos me lleve a este desgraciado-. Un borbotón de sangre salió de su boca y quedo flácido sobre la mano que lo presionaba, esta lo lanzó dentro de la esfera y se volvió a cerrar, esperando un nuevo sirviente y nuevas victimas.

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