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25 de mayo de 2011

El Autobús

Angel, un joven hombre de negocios, se movía por las calles de una ciudad como cualquiera. Llevaba un traje negro, camisa blanca impecable y una corbata color vino que, él creía, se le veía muy bien. Debía tomar un autobús que lo llevaría a otra ciudad, esta quedaba a unas 4 horas de viaje y se movía con el tiempo justo para poder comprar algo de comida para llevarla en el autobús. Paró en un puesto de comida callejero y pidió una orden de aquella comida, compró por separado un refresco de fruta y se encamino a la estación con paso apretado.

Al llegar a la terminal pudo distinguir varias personas que se encontraban como él, algunas cuantas que parecían llegados a vivir, pues miraban a todos lados sorprendidos y ensimismados. Pero la gran mayoría llevaba maletas pequeñas y por las risas que emitían se notaba que salían de vacaciones. Buscó su autobús con algo de prisas y al final lo encontró, su boleto era para un camión primera clase, así que no le sorprendió ver el modelo más nuevo anunciado por televisión. Abordó y busco su asiento que, dichosamente para él, estaba en la penúltima fila. Puso su portafolio en el maletero superior y tomó asiento junto a la ventana. Esos camiones rara vez se llenaban, en principio por el destino, el cual era una ciudad nada turística y en segundo término, porque era el autobús más caro que había.

Pero le sorprendió ver que varias personas subían, no muchas, pero varias más de las que esperaba, abordaron el camión. En ese momento vio a una mujer subir al vehículo. Era una mujer joven como él, de piel morena, ojos de color oscuro, cabello lacio y con unos lentes que le daban a su rostro un toque refinado e intelectual, llevaba un traje color azul marino y unas zapatillas a juego. Caminó hasta estar junto a Angel y al ver el número del asiento contiguo, se sentó.

Angel estaba perplejo, la mayoría de los asientos iban vacios, pero justamente ellos dos debían compartir una hilera. Él simplemente sonrió para sus adentros y miró hacia afuera, la joven se sentó junto a Angel y se quedó recostada en el asiento.

A los pocos minutos el autobús comenzó a moverse y Angel sintió alivio en su interior. La verdad es que estaba exagerando, pues tenía aun seis horas para que comenzara la reunión de accionistas, pero aun así, si había algo que odiaba era el hecho de llegar tarde a una junta. Miró a su acompañante y notó en su fino rostro un gesto de malestar. -Disculpe que me entrometa, pero ¿le pasa algo?-, ella le miró con asombro y le respondió: -No, muchas gracias por preguntar, pero estoy bien-.

Angel supuso que era solo su imaginación, así que se encogió de hombros y sacó su comida. En cuanto abrió la bolsa, un olor delicioso a carne le llegó a la nariz y comenzó a sentir la saliva produciéndose en su boca. Estaba por comer cuando sintió sobre él una mirada, al voltear se topó de frente con su compañera de asiento, quien miraba su comida con ansiedad. –Am… ¿te gustaría que te convidara un poco?-, ella lo miró sorprendida y se sonrojó inmediatamente, después se recostó en su asiento y contestó. –es que…no he podido comer, perdona si te molesta.
-No, no te preocupes, toma-, Angel sacó un pedazo de carne de la bolsa y se lo dio con un cubierto, ella tomó el trozo de carne y al metérselo en la boca lo mastico lentamente y por un momento Angel percibió un destello de placer en los ojos de la chica. Ella notó que Angel la miraba y sonrojándose de nuevo tragó y dijo con voz algo pausada. –Perdón por esto, me llamo Dina. Un gusto…y gracias por la comida…
-je, je. No te preocupes, me llamó Angel, un gusto conocerte-. A partir de ese omento, ambos parecieron llevarse bien, se sentían cómodos platicando y riendo. En ese instante Angel sintió por primera vez la relajación total en un viaje, jamás había estado tan alejada su cabeza del trabajo como en ese momento, ella le comentó que su objetivo era entrevistar a un hombre para la compañía de su madre, el se sintió afortunado, pues quizá era ella su nueva jefa, él le contó que el sería contratado por una compañía importante, aunque desconocía su nombre. Ambos parecieron creer que estarían unidos más tiempo. Sin embargo, el camión llegó a la base de la ciudad donde Angel debía trabajar y al tomar sus maletas, Dina se entristeció. Entonces lo entendió, eso no era un cuento, ellos no estarían juntos más tiempo. Pareció que ella pensaba lo mismo, pero no tenían de otra, el trabajo los llamaba y era necesario seguir con sus vidas, lo último que hicieron fue darse un número de teléfono el uno al otro. Angel dudaba que fuera el número real de Dina, pero en fin, se lo guardó en el bolsillo y bajó del camión con mucho pesar. Cuando volteo a ver la ventana del autobús, Dina estaba recargada en la ventana mirándolo. El vehículo se fue y Angel se quedó con una amarga sensación en su ser.
Tratando de calmarse buscó su refresco en el portafolios, pero de repente se dio cuenta que lo había dejado en el camión. Bueno, al menos le serviría a Dina para matar la sed si aún faltaba mucho para su destino. Angel llegó a la oficina de su entrevista y comenzó a sentir los nervios, si todo salía bien, sería transferido a aquella ciudad y le ofrecerían un departamento en las cercanías. Entró a la sala de espera y el hombre que lo había invitado le tendió la mano, Angel se la estrecho y el hombre le pidió una disculpa, parecía que aun faltaba un ejecutivo muy importante. Y no podían comenzar la entrevista sin él. Angel sonrió y respondió que no había problema, tomó asiento y se trató de relajar, pero cada que cerraba los ojos veía la sonrisa de Dina, pero, ¿por qué? Ella solo era una mujer que conoció en su viaje, era improbable que la volviera a ver. Sacudió la cabeza tratando de despejarse y sacó una revista que llevaba en su portafolio.

Después de una hora, comenzó a ponerse impaciente y estaba por buscar a Gonzalo, el hombre que lo había recomendado, para decirle que mejor le llamaran otro día. Pero en cuanto se levantó la secretaría con una voz automatizada y seca le dijo. –Los ejecutivos ya están en la oficina, puede pasar-. Angel tragó saliva y entró al lugar, era una sala bastante amplia, con ventanales largos y una mesa de madera perfectamente tallada. Había varias sillas de cuero negro donde ya estaban sentados varios hombres de aspecto cansado y trabajador. Tomó asiento en donde Gonzalo le indicaba y miró a los presentes. Un hombre de traje negro y mucho porte, quien Angel creyó, era el jefe de la compañía, se levantó y se dirigió hacia él. –Disculpe la tardanza, pero aun no llega la persona que posee el sesenta por ciento de las acciones de esta compañía, así que, como comprenderá, no podemos tomar decisiones sin ella-. Angel asintió y cuando estaba por preguntar cuánto faltaba para que llegara esa persona, se escucho el ruido de las puertas abriéndose de golpe y escucho una voz conocida que decía. –Perdonen la tardanza…es que me equivoqué de terminal al venir para acá…- Angel se rió en sus adentros de la idea y descartó su fantasía. Se puso de pie para saludar a aquella persona y cuando la miró se le cayó la quijada al suelo. No era nada más ni nada menos que Dina, ella pareció reaccionar de la misma manera, pues se quedo impávida ante aquella visión.
-Angel…
-Dina…
-¿Ya se conocían?- Pregunto Gonzalo con interés, ambos asintieron levemente y sonrieron. Era una burla del destino seguramente, ambo tomaron asiento y la entrevista se llevó por un camino normal. Al finalizarla, ella le pidió a Angel que se quedará unos minutos más, el aceptó y se quedó sentado en su lugar mientras los demás salían. Dina se sentó junto a el, se miraron a los ojos y ella le dijo: -Me había imaginado por u momento que serías tu a quien entrevistaría ¿sabes?-
-Sí, yo también lo había pensado, pero cuando me baje del camión sin ti se me fue aquella idea.
-A mi también, pero al menos ahora sé que si eres tú. El problema es que no puedo darte el trabajo de promotor-. Angel sintió que se le venía encima todo, había rechazado el trabajo que tenía antes ante esta oportunidad casi segura. Ahora era un desempleado. Aun algo abatido, trató de sonreír. –No importa, gracias Dina-. Angel se disponía a levantarse cuando Dina le detuvo.
-Espera, no tendras el de promotor, serás el encargado de todos los promotores. Siento que ese sería un mejor puesto para ti.
Angel sonrió ante aquello y Dina rio suavemente, ella tenía planeada la broma desde que supo que era Angel, por lo que el hecho de que pegara fue gratificante para ella. Angel firmó el contrato y a los pocos días fue transferido de ciudad. Curiosamente su apartamento quedaba en el mismo edificio que el de Dina.

Angel nunca creyó en el amor, mucho menos en el de primera vista, pero conocer a Dina, si no fue cosa del destino y del amor, no podía imaginarse obra de qué otra cosa podría ser. Después de todo, ¿Quién podría creer que encontraron al amor de su vida en un lugar tan aleatorio como un autobús?
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