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23 de julio de 2012

Deseos Desmedidos (Capitulo II)

Charles lo miró con recelo y miedo, ¿Cuánto llevaba observándolo aquel extraño hombre? -No, no es eso, pero nunca pensé encontrármelo en el baño de este lugar. ¿En qué puedo ayudarlo? ¿Viene ya a cobrarme?

-Je, je. No, estoy aquí por algo mucho más importante para usted, verá, ayer usted se marchó, o mejor dicho, se desmayó antes de que pudiera darle los detalles de sus nuevas “habilidades”.- Charles lo miró de forma extraña, a lo que el hombre solo respondió con una risilla y prosiguió;- Como creo que ya lo notó, sus nuevas habilidades han cambiado una parte de usted, pero es para que aproveche aun mas sus capacidades, dígame, ¿no ha sentido una excitación desmedida por alguna mujer? Mmm, puedo ver por la expresión en su rostro que, efectivamente lo ha sentido, muy bien, empezamos bien. No reprima esos deseos, simplemente enfóquelos en contactar con ella, solo eso necesita y cumplirá su cometido.

Charles se quedó un momento estupefacto, viendo al hombre sonriente que tenia frente a él, ¿Entonces todo era verdad? ¿Podía ejercer su dominio sobre la mujer que quisiera? Se secó rápidamente la cara con una toalla de papel y cuando volvió a abrir los ojos, su acompañante había desaparecido sin el más mínimo sonido. Rebuscó por todos lados, pero en el baño ya no había ni rastro de aquel hombre.

Charles salió del baño, se dejo caer en la silla y recargó los codos en la mesa. No entendía lo que estaba pasando, ¿En verdad su deseo había tenido efecto? ¿Podría cumplir sus fantasías sin temor ninguno a ser rechazado? La emoción se aglomeraba en el de manera constante, haciendo que su corazón latiera desenfrenadamente.

-Aquí tiene su café y sus tostadas, ¿Quiere otra cosa?- Charles reconoció la voz de inmediato, era aquella hermosa mesera de cuerpo perfecto. Su instinto suplicaba a gritos desde sus adentros que la mirará y fantaseará con ella, pero una parte de su ser exigía mirar la taza de café fijamente.- No, muchas gracias, por ahora estoy bien.

-Bien, si necesita otra cosa no dude en pedirla-. Escuchó el suave sonido de los zapatos planos de la mesera alejándose lentamente. En ese momento un zumbido lleno sus oídos y un susurro resonó con potencia en su cabeza “¡Eres débil! ¡Esa mujer puede ser tuya si usas los poderes! ¿Acaso quieres seguir siendo la burla de todos? ¡Hazlo, hazlo ya!”.

Inmediatamente cesó el zumbido en sus oídos y el sonido del restaurante se re instauró de golpe, prácticamente como si el mudo de alguna televisión hubiera sido retirado. Charles miró en todas direcciones, buscando de donde llegó aquella voz, aunque sabía perfectamente que solo estaba en su cabeza. Terminó su café de un solo trago, engulló las rebanadas de pan y se preparó para salir del restaurante. Pero aquella melodiosa voz lo interrumpió. -¿Desea que le traiga su cuenta?- Charles levantó la mirada con nerviosismo y se topó con los brillantes ojos de aquella preciosa mesera, su mente comenzó a trabajar de inmediato creando imágenes de las maneras más extravagantes de disfrutar de aquella mujer. Cerró los ojos mientras asentía a la joven mujer. Esta le entregó un pequeño papel rectangular donde venía escrito el consumo y el precio, hecho con una hermosa caligrafía fina, ágil y delicada.

Charles sacó la cartera de cuero negro de su pantalón y sacó dos billetes rosados. “¡Cobarde! ¡Tienes que hacerlo! ¡Domínala, contrólala! ¡TE LO EXIJO!”. Charles cerró con fuerza sus ojos, trató de concentrarse en cualquier otra cosa, menos en aquella mujer, pero fue imposible, sintió como el deseo se apoderaba de su cuerpo y de su mente mientras un calor intenso atravesaba su brazo y llegaba hasta el papel moneda que la chica recogía en ese momento.

Abrió los ojos y observó a la mesera, quien tenía la mirada perdida, con una leve sonrisa en el rostro y los brazos colgando. Charles estiró su brazo para tocarla, mientras aquella fuerza de deseo y lujuria parecía retroceder. Pero al momento de rozar ligeramente con las yemas de los dedos el cuerpo de la mujer, sintió un calor enorme en todo el cuerpo, parecía arder bajo la piel mientras ella fijaba su mirada perdida en él.

Charles despertó sobresaltado, con la cabeza adolorida y palpitante. Tenía dolor en todo el cuerpo, sentía sus músculos agotados y su corazón agobiado, estaba desorientado y con duras penas logró reconocer su propia habitación entre la penumbra. Al tratar de levantarse sintió un gran peso aprisionando su pecho y evitando que se moviera. 

Al mirar hacia abajo distinguió una silueta recostada en su pecho, en ese instante su cabeza se nublo de recuerdos, la chica de la cafetería gritando, arañándolo y golpeándolo mientras tenían relaciones. Cada imagen que cruzaba por su mente era aun más agresiva y repulsiva que la anterior, todo repleto de deseos reprimidos, fantasías, fetiches, “¿De lujuria?”, aquella voz del restaurante ahora le hablaba de nuevo, pero esta vez no estaba furiosa, estaba tranquila y con gestos de burla y diversión. “Me hiciste caso, hiciste lo que ordene. Perfecto, excelente, no podría estar más complacido. Ahora que has desatado el poder, ahora que has visto como funciona y lo has experimentado sabrás usarlo a la perfección. Sigue, sigue con este festín. La vida es corta, muy corta y el harem de tus sueños esta a tan solo unas cuantas mujeres más. Sigue, Sigue, engaña, ataca, cumple todos tus deseos. Ya no podrás parar, has probado estos frutos prohibidos y ahora ya no hay marcha atrás. Esto apenas esta comenzando”
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