Interesante,
al parecer debes de ser un aventurero formidable si hasta estas páginas has
llegado. Me aseguré de dejar escondido esto donde solo los más fuertes,
valientes y quizá locos pudieran encontrarlo.
No
necesitas saber quién soy, simplemente saber que lo que aquí contaré es tan
real y tan tangible como el mar, como el fuego, como la tierra o el viento, tan
cierto como que el sol baña con su luz la tierra y permite la vida o como que
la muerte es impredecible, astuta e indetenible. Y así fue como me encontró a
mí, de manera sorpresiva e inmutable tomó mi cuerpo mortal y me lanzó hacia el
abismo, por el cual caí varios metros, mientras sentía el aire golpearme y
rasgarme la piel, después de ese lanzamiento caí sobre rocas, algunas afiladas,
otras curveadas por la erosión, pero todas igual de duras y lastimosas contra
mi frágil humanidad.
Pero
que cruenta puede ser esa espeluznante amiga llamada muerte, pues no fallecí
con la caída y los golpes, por desgracia para mi no me había golpeado en ningún
punto vital. Fue así como, con costillas rotas, dedos dislocados y cortadas
sangrantes me arrastré e implore piedad a todos los elementos y seres
sobrenaturales en los que pude pensar, pero ninguno me respondió. Supuse que
ese sería un castigo por alguno de los crímenes que quizá cometí en la vida,
por ello mi resignación y sufrimiento me llevaron a arrastrarme cuanto pude, a
recostarme a la sombra de aquel risco que me vio caer y con las ultimas fuerzas
que restaban en mi cuerpo y mente imploré piedad al único ser al que nunca lo había
hecho…La misma Muerte.
Cuál
sería el afán de esta de divertirse conmigo que respondió a mi llamado,
apareciendo ante mis ojos con su manto
velo negro, cubriendo desde lo más bajo que pude observar hasta su
cabeza, y sin poder percibir más que frialdad e indiferencia me invocó con una
voz helada, grave, completamente antinatural a servirle por el resto de la
eternidad, como un exánime, un mero sirviente que cumple los trabajos que ella
no quiere tomar. No habría de morir, pero tampoco estaría vivo, sería una
criatura que burla a la naturaleza, que pena y vaga cumpliendo los caprichos de
ese frio ser. Ahora podrás pensar que nadie en su sano juicio aceptaría una
cosa así, el eterno abrazo de fallecer suena miles de veces más acogedor que
este destino de ser nada más que un muerto andante.
Si
hubiera estado en tu lugar habría pensado lo mismo, y por ello me arriesgo a
aventurar la idea de que estando tú en mi lugar habrías entendido por que hice
lo que hice…Acepté.
No
soy capaz de describir los horrores que pasaron a continuación, pues dudo que
alguien haya sentido siquiera alguna vez algo semejante. Solo puedo describirlo
como hervir, ser cocinado vivo y sentir como la piel de se separa de tus músculos,
sentir como pedacito a pedacito es despegada de tu ser en todos lados, después viene
un dolor indescriptible, tan grande como sentir mil puñaladas profundas y
pesadas por todo el cuerpo, para después comenzar a moverse, uno a uno, esos
horribles y dolorosos cuchillos, haciendo que tu carne y entrañas se revuelvan
con tu sangre y se despeguen finalmente de tus huesos.
Después
de ese sufrimiento que pareció una eternidad, abrí los ojos, me sentía mareado,
asqueado y con el cuerpo hirviendo al rojo vivo, pero de alguna manera, sentía
que gotas de agua helada corrían de vez en cuando por mi cuerpo, como
escurridizos conejos helados por una pradera ardiente. Fue así que mire mis
manos, mire mis piernas y el resto de mi cuerpo, profiriendo el grito más
grande que jamás he emitido en mí existir. Mi piel en manos, caderas, codos y
rodillas había desaparecido completamente, dejando al descubierto mi blanco
armazón. En mis brazos y espinillas había desaparecido mi piel y había sido
remplazada por algo similar a hojas de árboles gruesas y rugosas, pero blancas
como la nieve y firmes como corteza de tronco.
No
sentía nada de mi cintura al cuello, pero el pánico y el asco me impidieron
revisar bajo mi vestimenta. Alcé mi mirada y la sombra implacable de la Muerte
seguía ahí, quieta como una estatua, pero a la vez su aura ya no era de
frialdad pura, sino que provocaba un sentimiento de aprensión… Quizá incluso
sorpresa. ”No esperaba que soportaras la conversión a mi sirviente, la mayoría
se vuelven locos ante el dolor y renuncian a su cordura, volviéndose solo
muertos andantes descerebrados que se vuelven mi ejercito personal, sin embargo…
Tú eres diferente, veo fuerza en tu mirada y una valentía que raya en la
estupidez. Me gusta, ¿Cuál es tu nombre?” Esa voz helada y cortante se volvía
menos mecánica con cada palabra, parecía incluso divertida ante la situación.
¿Qué más podía hacer yo sino era aceptar mi destino como un sirviente más de
aquel ser? “No lo recuerdo… Discúlpeme, pero como debo llamarla?”
“Interesante… Muy bien, te
nombró Mort, mi sirviente… Y puedes llamarme Maestra”
Esa
fue la primera vez que me di cuenta de mi decisión…Y de lo difícil que sería
seguir ese camino. Lo primero que hizo mi Maestra fue lanzarme a la pelea
limpia contra otros exánimes, sin embargo, la mayoría parecían simples
marionetas, seres de carne muerta y huesos que se movían por un misticismo más
que por voluntad. En cada una de las peleas que tuve contra ellos salí avante,
pero no ileso. Sus mordidas eran tan dolorosas como las del más fiero can de
caza.
Cada
pelea que ganaba, era recompensada por la Maestra con un pedazo de armamento,
me dio a elegir cada vez entre grandes armas; imponentes lanzas, pesadas
hachas, mazos del tamaño de una cabeza de alce y espadas tan largas como un pez
espada. Sin embargo, desde la primera elección tomé lo que consideré más útil,
un fragmento de armadura. Al comienzo me hice con los guantes, con cada pelea completaba
una nueva parte, los antebrazos, los muslos, después los pies y les siguió el tórax.
Finalmente me armé con un casco pesado, ornamentado con huesos humanos y en el
tope, a modos de corona, una calavera con unos colmillos enormes, largos y
filosos. “Muy bien, me has sorprendido, eres el primer exánime que prefiere
conseguirse una defensa que un arma… Eres un caso muy interesante. Pero bueno,
ya has completado el entrenamiento y he decidido aceptarte como uno de mis
principales sirvientes y soldados. Elige tu arma de este expositor y demuéstrame
una vez más cuán grande es tu fuerza, tu valía y ¿por qué no? Tu espíritu”.
Debo
decir que comencé a disfrutar esa lucha, se volvió algo lejano a sobrevivir, se
hizo mas y mas entretenido con cada encuentro, a mi paso caían ghouls,
espectros, banshees, no-muertos y demás engendros por igual. Me divertía, era
extremadamente divertido.
Entonces
las batallas de entrenamiento terminaron, la Maestra estaba satisfecha, y yo había
perdido lo único que en ese momento pudo haber salvado mi alma… Mi humanidad.
Me convertí en un monstruo sádico, deseoso de sangre, muerte y poder que poco o
nada le importaba pisar a los débiles. Fue en ese momento en que fui enviado a
una guerra real. Mi maestra necesitaba más necrófagos, y yo era el indicado
para dárselos. Aparecí gracias a Ella en un claro cercano a una ciudad, era una
noche fría, con las nubes cubriendo completamente la Luna y las estrellas. Era
perfecta.
Me
acerque lentamente con mi espada en mano, mientras por mi mente solo cruzaban
escenas sádicas de como torturar, desangrar y magullar a los mortales sin
matarlos y sentía como si mi cuerpo se estremeciera de gusto. Aun siendo de
noche, la lucha seguía, los arboles incendiados y las casas de campaña
calcinadas alumbraban lo suficiente el campo de batalla. Guerreros y caballeros
peleando con todas sus fuerzas por ideales de paz, libertad, gloria y riqueza,
cañoneros y arqueros disparando para desaparecer la pobreza, la incertidumbre y
el caos. Ilusos.
Perdí
la razón por un largo momento, ahora que trato de recordar a mí no llegan más
que imágenes fugaces de sangre salpicando el pasto, cuerpos cayendo en el fuego
y calcinándose, carne y huesos volando por doquier y los gritos de piedad que emitían
los mortales. Eso será algo que me atormentara el resto de mis días…
Mi
Maestra apareció poco después de terminada la batalla y comenzó a recolectar a
los moribundos, se paseaba rápidamente de un lado a otro, descarnando cadáveres,
convenciendo incautos y asesinando a aquellos que mantenían su honor sobre el
terror.
No
puedo contar la cantidad de batallas que presencié, las almas a las que condené
ni las ciudades que arrasé. Solo sé que con cada victoria, mi sed de sangre y
mi poder aumentaban. Pronto, conseguía desatar pestes solo con mis manos,
arrancar ojos solo con desearlo y rebanar solo moviendo ligeramente mi espada.
Y cada muerte me acercaba más a mi verdadero destino.
Cierto
día mi Maestra me encomendó la destrucción de un pequeño pueblo, una villa que
se había resistido a enterrar a sus muertos y los cremaban, dejando así a mi
Maestra sin alimento que darle a sus siervos. Sin embargo, debí saber que algo estaba
mal cuando ella me llevó personalmente a las afueras de la villa. Pero no pude
pensar con fluidez, mi deseo de sangre y carne se extendía por mi cuerpo como
una fuerza indetenible y arrolladora. Entré a la villa y comencé a esparcir mi
peste por todos lados, ratas negras, mosquitos enormes y canes rabiosos salían
de cada mandoble de mi espada. Estas aberraciones entraban en cada casa,
comercio o coladera y sacaban aterrorizados a los ocupantes. Entonces mi espada
se apoderaba de su sangre.
Finalmente
arrasé con la villa, pero tenía un vacío en el estómago, cada rostro que veía
caer frente a mi espada me provocaba una frialdad mayor que ninguna antes
sentida. Me hacían temblar y aborrecer un poco más cada vez mi labor. Sin
embargo, decidí acallar esos sentimientos y seguir con mi labor, ah…Pobre
necio, un incauto que no hizo caso a sus presentimientos y siguió adelante.
Llegué
a la casa más apartada de toda la villa, una modesta choza de madera, paja y
pocas rocas que se levantaba enclenquemente sobre el campo. Mientras me
acercaba, la sensación de dolor y pena me empezaba a embargar mas y mas, haciéndome
parar varias veces a tomar aliento, ¿Por qué no hice caso a mis premoniciones?
Fui un idiota que decidió ignorarlas y atacó la casucha. Al instante una mujer
y una niña salieron presurosas y se toparon con el frio de mi espada y mandoble
atravesando sus estómagos. Ah, pobre de mí, que reaccione en ese momento, que
aquellas luces de recuerdos brillaron en mi perdida mente… Aquella era mi
villa, aquellos muertos eran mis amigos. Y esa mujer con su niña no eran sino
mi familia, era mi hogar…
Al
verla expresión de ambas lo supe, sabían quién era yo, las lágrimas, el dolor y
la pesadumbre de sus miradas fueron lo que acabo con mi ser, sentí como cada fibra
dentro de mi alma se desgarraba mientras no podía evitar que mi espada entrara
en ellas. Las sujeté antes de que tocaran completamente el suelo y caí de
rodillas, de sus ojos gruesas lágrimas rodaban mientras sus miradas se perdían
en el dolor y la angustia de haberme visto así.
Que
agonía fue la mía y a la vez mi fortuna, me hicieron recordar quien era, un
humilde campesino un modesto mozo que trabajaba por su familia y que había sido
empujado a la muerte por unos ladrones. No pude soportar la tristeza y el
terror de verlas convertidas en necrófagas o en banshees sin vida… Corté sus
gargantas y quemé sus cuerpos. Tiré la armadura y la espada sobre el fuego y
pude observar como la calavera se ennegrecía por las llamas poco a poco, hasta
que las cuencas brillaron con un blanco espectral antes de quebrase
completamente la calavera. Ella ya sabía esto, pero su ira era lo que ahora se
avecinaba, su ira ante mi traición.
Corrí
hacia la choza, tome pluma, tinta y papel y salí lo más pronto que pude de ahí.
Corrí días y noches completas mientras sentía en mi espalda el calor de la ira
de la Muerte. Finalmente me detuve aquí, donde fui por última vez humano, en
este risco que me vio caer y convertirme en este monstruo. Ya no puedo escapar más
de ella, pero si puedo dejar esto aquí y esperar que alguien lo encuentre lo
logré que más gente lo sepa. Ahora, mientras escucho como su manto negro
atraviesa la arboleda para alcanzarme, me colocó en la misma posición en la que
deje de ser humano, mientras siento que mi ser comienza a descansar por fin después
de tanto tiempo… Yo le tuve miedo a la muerte y por eso me convertí en esta
abominación, si has tenido el valor y entereza de llegar hasta aquí y terminar
de leer, quiere decir que tu coraje es mayor del que jamás pude desear. Solo me
resta dejarte un legado, el conocimiento de que no importa cuánto huyas, cuanto
corras ni cuanto te escondas, ella te alcanzara así estés listo o no. El
conocimiento de lo que significa ser un exánime.
Pero
cuando ella esté frente a ti, tentándote y ofreciéndote una nueva realidad, Tú tienes
el poder de elegir… ¿Qué decisión tomaras? ¿Morirás con dignidad, con orgullo y
honor como un ser humano? ¿O te volverás una bestia exánime sedienta de sangre
y poder como yo?