Antes de empezar...

Bienvenido seas a este recinto de breves historias. Lee y disfruta un breve momento con un servidor.

2 de diciembre de 2013

El Exánime

Interesante, al parecer debes de ser un aventurero formidable si hasta estas páginas has llegado. Me aseguré de dejar escondido esto donde solo los más fuertes, valientes y quizá locos pudieran encontrarlo.

No necesitas saber quién soy, simplemente saber que lo que aquí contaré es tan real y tan tangible como el mar, como el fuego, como la tierra o el viento, tan cierto como que el sol baña con su luz la tierra y permite la vida o como que la muerte es impredecible, astuta e indetenible. Y así fue como me encontró a mí, de manera sorpresiva e inmutable tomó mi cuerpo mortal y me lanzó hacia el abismo, por el cual caí varios metros, mientras sentía el aire golpearme y rasgarme la piel, después de ese lanzamiento caí sobre rocas, algunas afiladas, otras curveadas por la erosión, pero todas igual de duras y lastimosas contra mi frágil humanidad.

Pero que cruenta puede ser esa espeluznante amiga llamada muerte, pues no fallecí con la caída y los golpes, por desgracia para mi no me había golpeado en ningún punto vital. Fue así como, con costillas rotas, dedos dislocados y cortadas sangrantes me arrastré e implore piedad a todos los elementos y seres sobrenaturales en los que pude pensar, pero ninguno me respondió. Supuse que ese sería un castigo por alguno de los crímenes que quizá cometí en la vida, por ello mi resignación y sufrimiento me llevaron a arrastrarme cuanto pude, a recostarme a la sombra de aquel risco que me vio caer y con las ultimas fuerzas que restaban en mi cuerpo y mente imploré piedad al único ser al que nunca lo había hecho…La misma Muerte.

Cuál sería el afán de esta de divertirse conmigo que respondió a mi llamado, apareciendo ante mis ojos con su manto  velo negro, cubriendo desde lo más bajo que pude observar hasta su cabeza, y sin poder percibir más que frialdad e indiferencia me invocó con una voz helada, grave, completamente antinatural a servirle por el resto de la eternidad, como un exánime, un mero sirviente que cumple los trabajos que ella no quiere tomar. No habría de morir, pero tampoco estaría vivo, sería una criatura que burla a la naturaleza, que pena y vaga cumpliendo los caprichos de ese frio ser. Ahora podrás pensar que nadie en su sano juicio aceptaría una cosa así, el eterno abrazo de fallecer suena miles de veces más acogedor que este destino de ser nada más que un muerto andante.

Si hubiera estado en tu lugar habría pensado lo mismo, y por ello me arriesgo a aventurar la idea de que estando tú en mi lugar habrías entendido por que hice lo que hice…Acepté.
No soy capaz de describir los horrores que pasaron a continuación, pues dudo que alguien haya sentido siquiera alguna vez algo semejante. Solo puedo describirlo como hervir, ser cocinado vivo y sentir como la piel de se separa de tus músculos, sentir como pedacito a pedacito es despegada de tu ser en todos lados, después viene un dolor indescriptible, tan grande como sentir mil puñaladas profundas y pesadas por todo el cuerpo, para después comenzar a moverse, uno a uno, esos horribles y dolorosos cuchillos, haciendo que tu carne y entrañas se revuelvan con tu sangre y se despeguen finalmente de tus huesos.

Después de ese sufrimiento que pareció una eternidad, abrí los ojos, me sentía mareado, asqueado y con el cuerpo hirviendo al rojo vivo, pero de alguna manera, sentía que gotas de agua helada corrían de vez en cuando por mi cuerpo, como escurridizos conejos helados por una pradera ardiente. Fue así que mire mis manos, mire mis piernas y el resto de mi cuerpo, profiriendo el grito más grande que jamás he emitido en mí existir. Mi piel en manos, caderas, codos y rodillas había desaparecido completamente, dejando al descubierto mi blanco armazón. En mis brazos y espinillas había desaparecido mi piel y había sido remplazada por algo similar a hojas de árboles gruesas y rugosas, pero blancas como la nieve y firmes como corteza de tronco.

No sentía nada de mi cintura al cuello, pero el pánico y el asco me impidieron revisar bajo mi vestimenta. Alcé mi mirada y la sombra implacable de la Muerte seguía ahí, quieta como una estatua, pero a la vez su aura ya no era de frialdad pura, sino que provocaba un sentimiento de aprensión… Quizá incluso sorpresa. ”No esperaba que soportaras la conversión a mi sirviente, la mayoría se vuelven locos ante el dolor y renuncian a su cordura, volviéndose solo muertos andantes descerebrados que se vuelven mi ejercito personal, sin embargo… Tú eres diferente, veo fuerza en tu mirada y una valentía que raya en la estupidez. Me gusta, ¿Cuál es tu nombre?” Esa voz helada y cortante se volvía menos mecánica con cada palabra, parecía incluso divertida ante la situación. ¿Qué más podía hacer yo sino era aceptar mi destino como un sirviente más de aquel ser? “No lo recuerdo… Discúlpeme, pero como debo llamarla?”
“Interesante… Muy bien, te nombró Mort, mi sirviente… Y puedes llamarme Maestra”

Esa fue la primera vez que me di cuenta de mi decisión…Y de lo difícil que sería seguir ese camino. Lo primero que hizo mi Maestra fue lanzarme a la pelea limpia contra otros exánimes, sin embargo, la mayoría parecían simples marionetas, seres de carne muerta y huesos que se movían por un misticismo más que por voluntad. En cada una de las peleas que tuve contra ellos salí avante, pero no ileso. Sus mordidas eran tan dolorosas como las del más fiero can de caza.

Cada pelea que ganaba, era recompensada por la Maestra con un pedazo de armamento, me dio a elegir cada vez entre grandes armas; imponentes lanzas, pesadas hachas, mazos del tamaño de una cabeza de alce y espadas tan largas como un pez espada. Sin embargo, desde la primera elección tomé lo que consideré más útil, un fragmento de armadura. Al comienzo me hice con los guantes, con cada pelea completaba una nueva parte, los antebrazos, los muslos, después los pies y les siguió el tórax. Finalmente me armé con un casco pesado, ornamentado con huesos humanos y en el tope, a modos de corona, una calavera con unos colmillos enormes, largos y filosos. “Muy bien, me has sorprendido, eres el primer exánime que prefiere conseguirse una defensa que un arma… Eres un caso muy interesante. Pero bueno, ya has completado el entrenamiento y he decidido aceptarte como uno de mis principales sirvientes y soldados. Elige tu arma de este expositor y demuéstrame una vez más cuán grande es tu fuerza, tu valía y ¿por qué no? Tu espíritu”.

Debo decir que comencé a disfrutar esa lucha, se volvió algo lejano a sobrevivir, se hizo mas y mas entretenido con cada encuentro, a mi paso caían ghouls, espectros, banshees, no-muertos y demás engendros por igual. Me divertía, era extremadamente divertido.
Entonces las batallas de entrenamiento terminaron, la Maestra estaba satisfecha, y yo había perdido lo único que en ese momento pudo haber salvado mi alma… Mi humanidad. Me convertí en un monstruo sádico, deseoso de sangre, muerte y poder que poco o nada le importaba pisar a los débiles. Fue en ese momento en que fui enviado a una guerra real. Mi maestra necesitaba más necrófagos, y yo era el indicado para dárselos. Aparecí gracias a Ella en un claro cercano a una ciudad, era una noche fría, con las nubes cubriendo completamente la Luna y las estrellas. Era perfecta.

Me acerque lentamente con mi espada en mano, mientras por mi mente solo cruzaban escenas sádicas de como torturar, desangrar y magullar a los mortales sin matarlos y sentía como si mi cuerpo se estremeciera de gusto. Aun siendo de noche, la lucha seguía, los arboles incendiados y las casas de campaña calcinadas alumbraban lo suficiente el campo de batalla. Guerreros y caballeros peleando con todas sus fuerzas por ideales de paz, libertad, gloria y riqueza, cañoneros y arqueros disparando para desaparecer la pobreza, la incertidumbre y el caos. Ilusos.

Perdí la razón por un largo momento, ahora que trato de recordar a mí no llegan más que imágenes fugaces de sangre salpicando el pasto, cuerpos cayendo en el fuego y calcinándose, carne y huesos volando por doquier y los gritos de piedad que emitían los mortales. Eso será algo que me atormentara el resto de mis días…

Mi Maestra apareció poco después de terminada la batalla y comenzó a recolectar a los moribundos, se paseaba rápidamente de un lado a otro, descarnando cadáveres, convenciendo incautos y asesinando a aquellos que mantenían su honor sobre el terror.
No puedo contar la cantidad de batallas que presencié, las almas a las que condené ni las ciudades que arrasé. Solo sé que con cada victoria, mi sed de sangre y mi poder aumentaban. Pronto, conseguía desatar pestes solo con mis manos, arrancar ojos solo con desearlo y rebanar solo moviendo ligeramente mi espada. Y cada muerte me acercaba más a mi verdadero destino.

Cierto día mi Maestra me encomendó la destrucción de un pequeño pueblo, una villa que se había resistido a enterrar a sus muertos y los cremaban, dejando así a mi Maestra sin alimento que darle a sus siervos. Sin embargo, debí saber que algo estaba mal cuando ella me llevó personalmente a las afueras de la villa. Pero no pude pensar con fluidez, mi deseo de sangre y carne se extendía por mi cuerpo como una fuerza indetenible y arrolladora. Entré a la villa y comencé a esparcir mi peste por todos lados, ratas negras, mosquitos enormes y canes rabiosos salían de cada mandoble de mi espada. Estas aberraciones entraban en cada casa, comercio o coladera y sacaban aterrorizados a los ocupantes. Entonces mi espada se apoderaba de su sangre.

Finalmente arrasé con la villa, pero tenía un vacío en el estómago, cada rostro que veía caer frente a mi espada me provocaba una frialdad mayor que ninguna antes sentida. Me hacían temblar y aborrecer un poco más cada vez mi labor. Sin embargo, decidí acallar esos sentimientos y seguir con mi labor, ah…Pobre necio, un incauto que no hizo caso a sus presentimientos y siguió adelante.

Llegué a la casa más apartada de toda la villa, una modesta choza de madera, paja y pocas rocas que se levantaba enclenquemente sobre el campo. Mientras me acercaba, la sensación de dolor y pena me empezaba a embargar mas y mas, haciéndome parar varias veces a tomar aliento, ¿Por qué no hice caso a mis premoniciones? Fui un idiota que decidió ignorarlas y atacó la casucha. Al instante una mujer y una niña salieron presurosas y se toparon con el frio de mi espada y mandoble atravesando sus estómagos. Ah, pobre de mí, que reaccione en ese momento, que aquellas luces de recuerdos brillaron en mi perdida mente… Aquella era mi villa, aquellos muertos eran mis amigos. Y esa mujer con su niña no eran sino mi familia, era mi hogar…

Al verla expresión de ambas lo supe, sabían quién era yo, las lágrimas, el dolor y la pesadumbre de sus miradas fueron lo que acabo con mi ser, sentí como cada fibra dentro de mi alma se desgarraba mientras no podía evitar que mi espada entrara en ellas. Las sujeté antes de que tocaran completamente el suelo y caí de rodillas, de sus ojos gruesas lágrimas rodaban mientras sus miradas se perdían en el dolor y la angustia de haberme visto así.

Que agonía fue la mía y a la vez mi fortuna, me hicieron recordar quien era, un humilde campesino un modesto mozo que trabajaba por su familia y que había sido empujado a la muerte por unos ladrones. No pude soportar la tristeza y el terror de verlas convertidas en necrófagas o en banshees sin vida… Corté sus gargantas y quemé sus cuerpos. Tiré la armadura y la espada sobre el fuego y pude observar como la calavera se ennegrecía por las llamas poco a poco, hasta que las cuencas brillaron con un blanco espectral antes de quebrase completamente la calavera. Ella ya sabía esto, pero su ira era lo que ahora se avecinaba, su ira ante mi traición.

Corrí hacia la choza, tome pluma, tinta y papel y salí lo más pronto que pude de ahí. Corrí días y noches completas mientras sentía en mi espalda el calor de la ira de la Muerte. Finalmente me detuve aquí, donde fui por última vez humano, en este risco que me vio caer y convertirme en este monstruo. Ya no puedo escapar más de ella, pero si puedo dejar esto aquí y esperar que alguien lo encuentre lo logré que más gente lo sepa. Ahora, mientras escucho como su manto negro atraviesa la arboleda para alcanzarme, me colocó en la misma posición en la que deje de ser humano, mientras siento que mi ser comienza a descansar por fin después de tanto tiempo… Yo le tuve miedo a la muerte y por eso me convertí en esta abominación, si has tenido el valor y entereza de llegar hasta aquí y terminar de leer, quiere decir que tu coraje es mayor del que jamás pude desear. Solo me resta dejarte un legado, el conocimiento de que no importa cuánto huyas, cuanto corras ni cuanto te escondas, ella te alcanzara así estés listo o no. El conocimiento de lo que significa ser un exánime.


Pero cuando ella esté frente a ti, tentándote y ofreciéndote una nueva realidad, Tú tienes el poder de elegir… ¿Qué decisión tomaras? ¿Morirás con dignidad, con orgullo y honor como un ser humano? ¿O te volverás una bestia exánime sedienta de sangre y poder como yo?

12 de junio de 2013

Nueva Oportunidad

Eran cerca de las doce treinta de la noche, gran parte de la ciudad dormía plácidamente en mullidas y calientes camas, solo de vez en cuando, se veía algún automóvil corriendo por las calles frías de otoño. Algunos eran lindos autos familiares, económicos y funcionales, otros eran camionetas que compraban aquellos que buscaban una seguridad ficticia, y otros eran autos caros, pero discretos, de un color negro metálico, con vidrios entintados y rines color plata. En estos últimos, se movía Xavier, junto con sus compañeros, eran cuatro personas por auto y había tres autos en total, circulando rápida pero discretamente por las avenidas de manera casi autómata.

Xavier iba en el asiento de copiloto, recostado y mirando despreocupadamente el pasar de las farolas que alumbraban el camino, a su lado, manejando, se encontraba Ricardo, un hombre alto y delgado, de tez blanca y mirada hundida, en la parte trasera estaban Rogelio y Amador, unos jóvenes entusiastas y emocionados por ingresar al negocio, en los demás autos iban algunos compañeros de bajo rango cuyos nombres no recordaba. Realmente le parecía una exageración que doce personas fueran tras una sola, pero en fin, era un trabajo y mientras más fueran, mayor era la paga. Xavier cerró los ojos un momento y se recostó por completo en el asiento, aun faltaban cerca de diez minutos de trayecto antes de llegar al objetivo, así que tenía tiempo de relajarse un poco.

A los pocos segundos una representación se dio en su cabeza, era la imagen de su jefe, R.J. diciéndole que hacer; -Vas a  llevarte a los muchachos ¿entiendes? No quiero excusas Xavier, se perfectamente que eres capaz tu solo de cumplir el trabajo, pero el cliente pidió explícitamente que fueran más de diez personas. Irán ustedes doce y cobraremos como si hubieran sido quince ¿entendido? Su objetivo, es esta persona-. R.J. le paso una foto algo dañada de un hombre moreno y delgado, de ojos vivaces y brillantes. Analizó la foto y dedujo que se trataba de una persona de unos veinticinco años, algo musculoso, pero nada que no pudiera tratar, de un metro con ochentaicinco calculó y que no parecía tener alguna debilidad física.

-Al parecer este chico hizo enojar al cliente, como te imaginaras no tengo los detalles, sin embargo, hay algo que te va a interesar, al parecer el sujeto es un fanático de las armas de fuego, por lo que debe tener unas cuantas armas en su casa. Si todo sale como lo planeamos y lo eliminas rápidamente, podrías agregar unos cuantos juguetes nuevos a tu colección personal ¿Qué te parece? Claro que además recibirás la paga “hijo”. Vayan, ya aquí tienes la dirección, recuerda, es una casa de dos pisos, es un hombre agresivo y muy inteligente, no se confíen, mátenlo, no lo escuchen ni lo dejen hablar, mátenlo a la primera oportunidad ¿Entendido? Bien, pues que esperan, vayan ya por él…

-X, despierta, ya casi llegamos al objetivo-. La voz débil y rasposa de Ricardo interrumpió sus recuerdos y Xavier abrió los ojos perezosamente mientras se acomodaba en el asiento nuevamente. Miró por el retrovisor y vio a sus jóvenes compañeros preparando las pistolas, unas bellas G17 Glock de color negro, Rogelio se aseguraba de que las armas estuvieran cargadas y aseguradas, mientras que amador colocaba los silenciadores. Realmente Xavier detestaba la idea de tener que usar tantas armas, serían doce personas armadas con silenciadores dentro de una casa de tamaño promedio, la cual no contaba con salida trasera. Pintaba a que un accidente podría suceder.

Se acomodó el cuello de la camisa y sintió algo áspero debajo que lo hizo sobresaltarse por un segundo, hasta que recordó el chaleco antibalas que traía puesto. Era algo muy pesado que casi nunca usaba, pero, nuevamente, había sido petición del cliente. Al pensar en ello, comenzó a sentirse nervioso por primera vez en mucho tiempo, ¿Por qué les pedían tanto? Realmente era mejor para ellos, era una paga más grande, sin embargo, X presentía que el cliente les había ocultado algo. Si, el objetivo era un conocedor de armas, y seguramente tendría unas cuantas pistolas, sino es que rifles y escopetas, en su casa, pero eran ya las diez minutos para la una de la mañana, era muy difícil imaginar que estuviera despierto a esa hora…Y aun así, seguían siendo doce personas blindadas y armadas.

Ricardo frenó lentamente el auto y bajo rápidamente mientras Amador y Rogelio hacían lo mismo, Xavier los siguió y se colocaron tras el auto, a los pocos segundos llegaron los demás, esas ocho personas llevaban la cara cubierta con una máscara de esquiar negra y lanzaron cuatro hacia Xavier, este las tomó y las repartió rápidamente a sus compañeros. Cargo la pistola y espero la señal de Ricardo para avanzar. Este asintió a los dos minutos y se movieron rápidamente hacia la casa.

Llegaron a la puerta y se detuvieron un momento, un ruido de motor se acercaba a ellos, sonaba parecido a una camioneta pesada y que avanzaba a gran velocidad, las doce personas se ocultaron tras postes de teléfono, arboles y una barda sin terminar de roca. Mientras esperaban a que las luces del auto se alejaran lo suficiente, Xavier analizó con las detalle la zona. Se trataba de una zona suburbana algo descuidada, había fragmentos de la calle ahuecados por camiones pesados, algunas raíces de arboles habían roto muchas partes de las banquetas y algunos de los focos del alumbrado público parpadeaban eventualmente. Las casas no eran una belleza, pero tampoco eran un cuchitril, eran de clase media algunas pintadas y otras con el característico color grisáceo del cemento. La casa del objetivo era de dos pisos, pintada de color rojo sangre, opaco y manchado de tierra y lodo en algunas partes, mientras que el gran portón que separaba un pequeño estacionamiento del exterior era color marrón opaco.

Xavier miró a ambos lados de la calle y dio la señal para seguir, llegaron al zaguán que medía aproximadamente unos dos metros de alto y comenzó a trepar con la ayuda de Amador. Se sentó sobre la delgada parte de cemento que enmarcaba la puerta y ayudó a sus compañeros uno a uno a entrar. Al final Amador trepó y dándole una palmada en el hombro dio un salto al suelo mientras Xavier daba una última mirada alrededor, todo estaba muy tranquilo y no se escuchaba el mas mínimo sonido, ni siquiera un auto pasando, algún perro en la lejanía…Nada.

Respiró hondo para tratar de calmarse y bajó con la pistola en alto, sus compañeros hicieron lo mismo y se acercaron a la puerta de entrada, pasaron al lado de un automóvil viejo, de color rojo vino y que tenía atravesado un bastón de seguro en el volante. Xavier hizo señas a dos de sus ayudantes para que se quedaran en el auto y lo revisaran, después llegó hasta la puerta e indicó a Amador que forzara la chapa de la puerta, Amador lo hizo y en unos cuantos minutos estaban dentro, nuevamente indicó a otros dos que se acercaran a un cuarto que parecía ser una cocina y se mantuvieran ahí, otros dos se quedaron en la sala de estar, revisando las cosas y Amador y Rogelio comenzaron a buscar alguna pistola que estuviera escondida, Xavier subió acompañado de Ricardo y otros dos acompañantes, a estos últimos hizo una señal para que se quedaran en el punto medio de las escaleras y mantuvieran los ojos en las ventanas.

Mientras tanto, Ricardo ya revisaba el pasillo, que poseía 3 puertas, dos a la izquierda un una a la derecha, las primeras dos eran de un color marrón semejante al del zaguán y la ultima estaba pintada de color blanco mate. Xavier le indicó a Ricardo que abriera la primera puerta de la izquierda mientras él se acercaba a la segunda. Ambos pusieron suavemente la mano sobre el picaporte y al mismo tiempo jalaron las puertas hacia el pasillo y entraron a los cuartos. Xavier se encontró de inmediato con una cama que lo hizo tropezar y caer de bruces sobre esta, trató de incorporarse, pero resbaló con las sabanas y cayó del otro lado de la cama golpeándose la cabeza.

Quedó tumbado unos segundos, tratando de reponerse de la sorpresa y del fuerte golpe, mientras afinaba el oído y la vista tratando de reconocer algo en el cuarto, pero no había nada, solo unos cuantos muebles, y una pequeña ventana redonda en lo alto del cuarto, por la cual solo entraba un ligerísimo brillo de luz exterior. Se incorporó y maldijo por lo bajo mientras brincaba sobre la cama para pasar al pasillo, entonces sintió de nuevo ese hueco en el estomago, ese presentimiento de que algo estaba mal. Miró hacia el fondo del pasillo, y no distinguió nada más que las sombras de las barandillas de la escalera, no había rastro de sus dos compañeros, entonces levantó la pistola, y se acercó a donde Ricardo había entrado, se asomó lentamente, tratando de distinguir en la oscuridad y sintió como si todos los órganos de su cuerpo se alzaran dentro de si y después se dejaran caer.

En el suelo, rodeado de sangre, estaba Ricardo, al igual que en el cuarto anterior, una cama muy baja tapaba la puerta, pero al parecer Ricardo cayó y no tuvo oportunidad de levantarse antes de recibir tres disparos en la cabeza. Xavier pateó la cama para poder pasar y se acercó lentamente al cadáver, cuidando las esquinas, una vez seguro de que no había nadie más se arrodilló junto al cuerpo y revisó los impactos. Cada uno fue dado en la nuca, por lo que el primero fue mortal, entonces ¿Por qué le dio los otros dos tiros? Seguramente se trataba de un tirador inexperto en combate real, y desperdició dos balas en un objetivo muerto. Mejor para él, serían 2 balas que ya no lo tocarían a él o a su equipo…

Entonces Xavier escuchó una serie de silbidos agudos y rápidos provenientes de abajo y su sangre se heló. Los demás estaban disparando, bajó rápidamente, pero solo encontró seis cuerpos sin vida, todos con el mismo tipo de disparo, un pequeño hueco entre los ojos del cual salían delgados hilos de sangre y uno que otro minúsculo pedazo de materia gris. Xavier comenzó a tener miedo, empezó a temblar ligeramente y el sudor llenó su frente y palmas de las manos, todo eso pasó en el lapso de tiempo en que cayó de la cama hasta que salió, lo cual estaba seguro, no fueron más de treinta segundos. No había duda, su primera suposición fue errada, se trataba de un objetivo experto, un hombre instruido en como matar y disparar tranquilamente y peor aún, tenía la sangre tan fría, que incluso verse superado en seis a uno no le impidieron dar tiros exactos y perfectos. Era un enemigo a temer. Ya no le importaba el trabajo, lo único que Xavier quería era salir de ahí, había tenido miedo en su vida, pero era a cosas o personas que conocía muy bien, pero esto era diferente, era un terror, un pánico a una persona que ni siquiera conocía y que en menos de un minuto arrasó con más de la mitad de su equipo. Xavier salió de la casa rápidamente tratando de llegar a la puerta, pero tropezó con algo y cayó golpeándose la boca con una roca. Sintió el cálido y característico sabor de la sangre que salía de sus encías lastimadas y giró sobre sí mismo para ver que lo había hecho caer.
Eran los otros dos compañeros que dejo a cargo del auto, ambos estaban degollados, prácticamente de lado a lado, con la sangre aun brotando por las heridas. Pero había algo raro en esa escena, uno de ellos tenía un corte casi quirúrgico, fino y exacto, mientras que el otro estaba torcido, con partes más gruesas que otras, además de 3 puñaladas que estaban a la altura de sus pulmones. Era probable que eso sucediera por los nervios del objetivo, o porque el muerto se dio cuenta de que pasaba y trato de defenderse. Aun así, era raro que un asesino frío y calculador diera tal desliz arriesgándose a ser herido. A menos que fueran dos los objetivos…

Entonces se escuchó un grito en la casa, seguido de golpes y un portazo. Xavier miró hacia la casa y entonces recordó a Rogelio y Amador, ninguno de los dos estaban entre los cadáveres, eso era seguro, entonces… Se puso en pie de un brinco, recogió su arma y salió disparado hacia la casa, si podía salvar a esos dos jóvenes aun tendrían oportunidad de terminar el trabajo…No, eso ya no importaba, lo importante era salir vivos de esa casa, poder huir de ese asesino silencioso.

Xavier llegó al piso de arriba, y seguía tal cual lo había dejado, las dos puertas de la izquierda abiertas de par en par y la puerta de la derecha cerrada, se armó de valor, quitó el seguro a su arma y se encaminó lentamente hacia la puerta, puso la mano lentamente en el picaporte y abrió la puerta de un jalón. Solo logro ver unas luces blancas, segadoras frente a él antes de que una sombra saliera de repente, lo golpeara en la cara y se desmayara antes de tocar el suelo.

Durante ese lapso, Xavier soñó con su hogar de niño, recordó viejas bromas, salidas con sus amigos, campamentos con su padre…Y el accidente que se lo arrebató… -Venga maldito, despierta ya-. Un cubo de agua helada le cayó en la cara, despertándolo de golpe y haciéndolo respirar con dificultad, sentía como el agua había entrado en sus fosas nasales y estaba llegando a su garganta, tosió y al hacerlo sintió un dolor enorme a la altura de sus costillas, entonces todo el dolor de su cuerpo afloró y le provocó una sensación de aturdimiento tal, que casi se desmaya de nuevo. Levantó la mirada y frente a él se encontraba el objetivo, un hombre alto, moreno, musculoso y bien parecido, quien lo veía con esos ojos brillantes y vivaces.

-Buenas noches amiguito, perdona que no te ofreciera nada de beber más que agua fría, pero no acostumbro recibir visitas a estas horas de la madrugada y menos siendo tantos.- El hombre hizo un gesto con la mano hacia atrás y Xavier vio con horror los once cadáveres de sus compañeros caídos, todos apilados uno sobre otro, con la sangre revolviéndose y empapando las ropas y el piso. El cuarto parecía ser un sótano improvisado, donde las paredes apenas si se podían llamar así, pues solo era un hueco en la tierra con algunas columnas sosteniendo el techo y sin paredes. No había nada más que luces blancas de baterías y una cubeta vacía tirada. Entonces, el sujeto moreno tomó por los cabellos a Xavier y le levantó la cabeza.

-Dejémonos de juegos ¿Vale? Me imaginó que te envió Álvaro ¿No? Qué triste y tierno a la vez, enviar a unos matones por mí en lugar de enfrentarme de frente como un hombre. Típico de un cobarde como él, pero bueno, tengo que admitir que me siento alagado, enviar a doce hombres contra mi solo, es casi injusto…CASÍ.- El hombre comenzó a reír y soltó a Xavier, este sentía como la cuerda estaba abriendo poco a poco la piel de sus brazos y piernas y sentía como si sus costillas se fueran a romper, si no ya tenía una rota, en cualquier momento. Trató de aflojar las cuerdas moviéndose pero inmediatamente recibió un disparo en el pie derecho, haciéndolo gritar y cerrar los ojos de dolor. Podía sentir que llegaba al límite de su aguante físico y sabía que ese disparo solo lo dejaba con unos treinta minutos antes de morir por el shock y el desangramiento.

-No, no, no. Lo siento amigo mío, pero no puedo dejar que te sueltes. Verás, aun no me dices lo que quiero saber y si no me lo dices, no puedo soltarte ¿Estamos? Bien, ahora quiero que me digas quien te envió por mí, vamos, dilo, no me enojare, te lo juro.- Xavier sentía de nuevo ese pánico recorriendo sus venas, ese hombre estaba claramente loco y trataba la situación como un juego, pero no tenía opción. Si no recibía atención medica moriría, después de todo, no se trataba de una película, donde el protagonista podía recibir diez disparos sin siquiera quejarse, en la vida real, cualquier disparo representaba una muerte casi segura.
-Está bien… Somos mercenarios… Nos contratan para matar… Objetivos específicos… Mi jefe se hace llamar R.J.… nos dijo que… Alguien te quiere ver muerto… No sé quien es Álvaro… Nunca nos enteramos… De quien nos contrata…

-Vaya, vaya, entonces dices que ni tu ni tus amigos tenían ni la mas mínima idea de que los enviaran contra mi ¿verdad? Mmm, veras, ahora estoy en un predicamento, por una lado me siento culpable por haberlos matado, ya que ustedes no tenían la culpa de esto…Pero por otro, ustedes son mercenarios, así que me imagino que estaban listos para morir ¿No? Digo, debería de ser parte de su vida diaria el estar listos a morir. Bueno, realmente no me importa, como creo que sabrás, ten quedan cerca de quince minutos antes de que te desangres o entres en shock debido al dolor y yo aquí tengo un celular que solo tiene batería para una llamada, que mal ¿No te parece? Solo podrías llamar a tu jefe o al servicio médico para que vengan por ti. Ahora, la pregunta es, ¿Quién vale más? ¿Tu o tú jefe? Veras, si lo llamas a él tendré el numero registrado y podré ir a matarlo, pero no creo que recibas más atención medica que la mía, la cual me gustaría aclarar, no es para nada desechable ya que te salvarías y después podrías ir al médico y no tendrías que trabajar en esto nunca más. Pero por otro lado puedes llamar a emergencias, decirles esta dirección, y vendrían por ti y quizá te salves, pero… ¿Qué haría tu jefe si sabe que no terminaste el trabajo? Él seguiría vivo, pues no soy tan bueno como para esperar fuera de tu habitación de hospital a que llegué, así que lo perdería y tendría que esperar más tiempo para llegar a mi objetivo. Tú por otro lado no tendrías más tiempo…Así que… ¿Qué decides?

-Por favor… Déjame llamar a un hospital… Me estoy muriendo…

-Respuesta equivocada, amigo mío.- El sujeto levantó nuevamente el arma y le disparo en el hombro a Xavier, este dio otro grito mientras sentía el calor de la bala y la sangre emanando de su clavícula y omóplato rotos, estaba perdiendo el conocimiento, estaba a punto de desmayarse de dolor y morir en aquel sótano mugriento y oscuro. Levantó la mirada hacia  aquel hombre tan sádico y sintió un odio revolviéndose con el miedo en su interior, pero no lo odiaba a él, estaba odiando a R.J., estaba odiando a su cliente desconocido por el cual once personas ya habían muerto y una mas estaba por dejar el mundo… Se estaba odiando por haber aceptado ese trabajo…

-Quieres matarlos ¿Verdad? Quieres que esos dos sufran lo mismo que estas pasando tu o incluso mas ¿No es así? Anda, solo dime el número de tu jefe, dímelo, lo encontrare y acabaré con él, lo torturare al borde de la locura y hare lo mismo con quien los contrato ¿Qué te parece? Anda, solo dímelo, dime el numero… ¡Dímelo!

Xavier comenzó a decir número por número el teléfono de contacto con R.J., estaba seguro de que moriría en ese lugar, pero sabía que al menos R.J. también pagaría. El hombre moreno levantó el celular, miró un momento la pantalla y soltó una risita de satisfacción, presionó un botón y se escuchó como se marcaba el número. Sonó tres veces antes de que se descolgara, y respondió la característica voz enérgica y siempre enojada de R.J.:

-¿Quién es? ¿Quién te dio este número?

-R.J…. Soy Xavier… Nos atrapó a todos… Todos están muertos… Y no me queda mucho…

-¿Xavier? ¿Quién es Xavier? Lo siento… No… No conozco a ningún Xavier, se ha equivocado de número… Por favor, no vuelva a molestar…- Se escuchó que alguien al otro lado revolvía cosas y movia cajones, lo cual hizo que la ira de Xavier aumentara, ¿Lo negaría? ¿R.J. era tan cobarde como para fingir demencia? Xavier estaba a punto de gritarle al aparato, pero el otro personaje levantó el teléfono y se lo llevó a la oreja:

-¡Hola Álvaro! ¿Cómo has estado? ¿Sigues buscando la manera de matarme? Que mal Álvaro, entonces creo que sigues enojado por lo que paso ¿Verdad? Que lastima, y yo que deseaba invitarte a mi casa a cenar un día de estos, pero sería tu y yo solos ¿Eh? Ya me arte de estar gastando lo que te preparo en tus amigos mercenarios… ¿Ya cuantos van con este equipo? ¿Treinta? ¿Cuarenta? La verdad es que he perdido la cuenta, pero no te preocupes, que te parece si mejor voy a buscarte a tu casa ¿Eh? Suena bien ¿No?... Prepárate Álvaro, porque te juro que es la última vez en tu vida que estarás tan cerca de matarme y por cierto, usar tu apodo de la prepa de “R.J.” es estúpido, aun puedo saber que eres tú, no creas que deje de vigilarte después de lo que me hiciste… Si, fue enteramente tu culpa, Dime ¿De verdad te jodía tanto el hecho de que no se desvelara pensando en ti? ¿Tanto te molestaba que sus besos y caricias no fueran para ti que recurriste a inventar eso?... Tu problema es que toda tu vida te auto compadeciste y lamentaste tu desgracia, pero jamás hiciste nada para solucionarla, en cambio yo, salí adelante, aun después de lo que me hiciste, viví. Pero no, aun así tenias que intentar matarme ¿verdad? Pues bien, aquí se termina esto Álvaro… No, no podrás esconderte, no importa que tan lejos vayas, te voy a encontrar y voy a hacerte entender que desaprovechaste tu vida odiándome… Adiós mi querido y viejo amigo, nos veremos muy, muy pronto, te lo juro. Bye…


El sujeto colgó el teléfono, lo arrojó lejos y se encamino a las escaleras, entonces, Xavier forcejeo con las cuerdas, pero solo logro caer de costado en el suelo sobre el hombro herido, entonces el hombre se dio media vuelta y miró con tranquilidad y compasión a Xavier. –Lastima, podría haberte salvado…- Levantó el arma y le disparó entre ceja y ceja a Xavier. Después subió las escaleras hacia el exterior, pero antes de salir, se quedó en el último escalón un segundo, arrojó el arma al fondo del sótano, se arrancó los guantes de látex transparentes y salió hacia los incipientes rayos del sol, que anunciaban un nuevo día, una amanecer… Una nueva oportunidad para matarlo.

9 de marzo de 2013

Deseos Desmedidos (Capitulo III)


-…Ahora, nos enlazamos con nuestra corresponsal, María Velazco, quien se encuentra a las afueras del departamento policial, donde decenas de personas se manifiestan en contra de la incapacidad policial de detener los secuestros. María, adelante.

-Muy buenas tardes, Albero  querido auditorio, pues si, como bien mencionas me encuentro afuera del departamento de policía, donde varias personas se han reunido para exigir una resolución a las desapariciones recientes. Cabe destacar que todas las personas desaparecidas han sido mujeres que se encuentran entre los dieciocho y los veinticinco años de edad. Hasta el momento se tiene reporte de veinte mujeres desaparecidas, sin embargo, se prevé que este no es el número real, sino que aún faltan muchos reportes. Por otra parte, la cabeza de la policía de investigación presento una declaración en la cual aseguraba que no se han encontrado rastros de las desaparecidas, así como que no se ha visto ningún patrón particular de ataque, ha recomendado a todas las mujeres de dieciséis a treinta años que no salgan de sus hogares si no es estrictamente necesario, y en caso de ser así se hagan acompañar por una persona de absoluta confianza. Así es como se vive el dolor y angustia, regresamos al estudio.

-Muchas gracias por tu reporte María, en otras noticias…- La imagen del televisor se apagó con un exabrupto corte negro, la pantalla desprendió sonidos de estática durante algunos segundos para posteriormente quedar sin aparente presencia de energía. Frente a ella, se encontraba un hombre de piel morena y cabello lacio se encontraba sentado en un hermoso sillón de cuero color marrón, con recarga brazos tallados en madera fina y decorados finamente. A su izquierda y su diestra se encontraban varias mujeres, todas con la mirada perdida en el infinito y con la piel de sus cuerpos llena de sudor que se mezclaba con otras sustancias varias como alcohol, saliva y medicamentos. Charles se encontraba justamente en el centro, con los brazos recargados en el respaldo del sillón, su brazo derecho se encontraba rodeando el cuello de una chica pelirroja que se encontraba dormitando, en su mano, Charles sostenía una botella de licor y su brazo izquierdo se encontraba por encima de la cabeza de la joven mesera, quien ahora ya no hacía más que mirar al suelo, perdida en el infinito. En esa mano, Charles sostenía el control remoto de la televisión.

“¿Lo ves? ¿Lo sientes? Ese pánico que has generado, esa desesperación que provocaste en aquellas personas, ese miedo que ahora tienen las mujeres de caer en tus redes, ¿no es maravilloso?”. Aquella voz tenía tiempo sin hacerse escuchar en la cabeza de Charles, solo lo hacía a consecuencia de una situación; cuando Charles comenzaba a sentir remordimiento por todas sus acciones. Ese momento no era diferente, aquel hombre estaba sumido en su propia miseria interna, ¿Cómo pudo ser tan idiota como para pedir aquella cosa? Estaba claro que ese poder no lo estaba volviendo más atractivo, no lo hacía sentirse más seguro, solo estaba viviendo una experiencia salida de las más bajas pasiones de otros seres humanos, humanos que son ajenos a él. “Olvida esas tonterías, ya no eres humano, no eres parte del sistema, estas sobre él, eres más que un humano, eres la presencia y encarnación misma de los deseos reprimidos. ¿Crees que lo que has hecho con estas mujeres está mal? No amigo mío, todo lo que les has hecho no son más que sus propios deseos, sus propias pasiones y perdiciones.” Charles miró al suelo, donde otra docena de mujeres yacían, envueltas en sudor y pocos restos de ropa, todas respiraban acompasadamente, relajadas y serenas, pero con la mirada vacía de expresión alguna. Charles no soportó ver aquella escena y se puso en pie, salió de la habitación y bajo las escaleras hasta el recibidor, donde sacó una chaqueta negra y un sombrero de copa baja a juego.

Salió a la calle, donde un viento frio corría por la calle, como avisando que el viejo peligro seguía suelto y amenazaba con seguir, “¿Crees que el viento soplé por nosotros?”. Charles se encaminó hacia el este, mirando a los alrededores con cansancio o asco, por la calle no se veían más personas que obreros, padres de familia y niños de un lado a otro, eran cerca de las dos y media de la tarde y ninguna mujer rondaba por la calle, “malditos noticieros, han provocado que ya ninguna chica linda quiera salir a jugar”, ignorando la voz, siguió su camino, recorriendo las calles hasta un hermoso edificio color azul pastel, sus ventanas estaban cubiertas con herrería negra que daba un toque distintivo a aquella fachada, Charles se aproximo a la puerta principal hecha de acero pintado de negro y tocó el timbre. Una hermosa voz sonó al otro lado de una bocina; -¿Sí? ¿Quién es?

-Hola Aurora, soy yo, Charles, quería saber si estas ocupada y si tienes tiempo de ir a tomar un café conmigo-. Por unos segundos solo se escuchó estática al otro lado del comunicador, hasta que de nuevo la voz de Aurora salió de entre las rejillas.- ¡Claro! Permíteme un momento y bajaré-. Se apagó el comunicador y detrás de la puerta se comenzaron a escuchar pasos y sonidos secos, al poco rato salió una bella mujer, de cabello negro y lacio que le llegaba un poco por encima de los hombros, su piel morena era tersa, casi perfecta a la vista de Charles. Tras unos finos lentes color azul turquesa se dejaban ver unos ojos oscuros, de proporciones rasgadas y pequeños, pero vivaces y astutos, los lentes se sostenían en unas orejas pequeñas y finas, al igual que en una nariz respingada y corta. Más abajo, unos labios rosas, finos y delicados enmarcaban unos dientes blancos y brillantes.

Su estatura era mucho menor que la de Charles, pero eso no era un factor importante para él, la realidad de las cosas era que el siempre la había amado, desde el momento en que la conoció siendo apenas unos niños, y ahora, estando ambos ya graduados, el no podía más que imaginar cómo sería declararle su amor a aquella hermosa mujer, “¿Así que por esto me trajiste aquí? Que patético, lo sabía, uno hombre tan patético como tú no podía tener ambiciones reales de tener un harem, solo querías una mujer. Pero no te preocupes, puedes tenerla, solo tócala, vamos, tócala y será tuya, enteramente tuya. Hazlo, ¿Qué esperas? ¡Hazlo!”. Charles se mordió la lengua para evitar hacer alguna expresión ante la desagradable proposición de aquella voz.

-¡Cuánto tiempo sin verte Charles! Qué bueno que viniste a verme, creía que ya me habías olvidado.

-Aurora, no seas ridícula, ¿cómo podría olvidarte? Sabes que eres la persona más importante para mí.

-Tu igual lo eres para mí Charles-. La chica sonrió y sus mejillas se llenaron de un ligero color rojizo, Charles sintió que su cara también se encendía y dio media vuelta. Tomó a Aurora de la mano y comenzaron a caminar por la calle, hablando sobre sus trabajos, sobre la vida  que han llevado y lo que esperan, mientras tanto, la voz dentro de Charles reía a carcajadas, “eso es, contrólate, trata de detener tu propio poder, que cuando lo liberes será mucho más divertido verte regodearte en su ser, ver como disfrutaras con toda lujuria de ella y después ese sentimiento de culpa te carcomerá. Será divertido”.

Charles, sentía como el calor del poder subía por su cuerpo, pero trataba de controlarlo y evitar que llegara hasta Aurora, quien seguía caminando sujetando su mano, platicando sobre su día en el trabajo. Charles sentía que podría más, así que pidió a Aurora entrar en una cafetería cercana. Así lo hicieron y el corrió al baño, metió las manos bajo el chorro de agua helada y sintió como se tranquilizaba, ¿Por qué? ¿Por qué había pedido aquello? ¿Por qué no pudo contenerse a hacerlo una y otra vez? ¿Por qué sentía que perdería el control en cualquier momento? “Porque lo deseas, quieres tenerla, ahora lo entiendo. Todas esas mujeres no han sido nada para ti ¿verdad? A ti solo te interesa tenerla a ella, todas las demás solo fueron por mi deseo, no por el tuyo, por eso no has sucumbido a los deseos desmedidos ¿No es verdad? Interesante, si la tienes entonces serás como yo, podrás disfrutarla cuanto quieras, y entonces entenderás la maravilla que es esto. Hazlo, ataca, apodérate de su mente y de su cuerpo, vamos, sabes que quieres hacerlo, quieres tener su cuerpo y su mente bajo tu control. ¡Hazlo!” Charles, se sujetó la cabeza y cerró con fuerza los ojos hasta que comenzó a sentir un mareo, entonces, el calor del deseo sucumbió y desapareció, mientras Charles se relajaba. ¿Cuánto llevaba en el baño? Unos cinco minutos… ¿o ya era media hora? Debía salir y hacer que Aurora se alejara de él antes de que sucumbiera de nuevo al poder.

-Charles, ¿estás bien? Te ves muy pálido… Mejor vayamos a casa ¿vale? Te dejare en tu casa y te cuidare un momento antes de salir al concierto.

-No Aurora, ese concierto es importante en tu carrera, no puedes llegar tarde, ve de una vez y después hablaremos, no te preocupes, estoy bien-. Charles sintió de nuevo el calor saliendo desde el centro de su cuerpo y tratando de llegar a sus manos. Pero se contuvo, comenzó a respirar agitadamente y vio en el rostro de Aurora reflejada la preocupación sincera por él.- Discúlpame, pero debo irme.

Sin más, salió corriendo del café, tratando de encontrar de nuevo el curso a su hogar mientras la voz gritaba furiosa dentro de su cabeza; “¡Cobarde! ¡Maldito cobarde! ¡No te das cuenta de que tu función es dejarte llevar por esos deseos! ¡YA NO TIENES ELECCIÓN! ¡TU ME PERTENECES, NO AL CONTRARIO! ¡HARAS LO QUE YO DIGA NO MAS ESTUPIDECES COBARDES! ¡ME PERTENECES!”.

 Charles giró la llave en su puerta y entró con tumbos en la casa, se dejó caer de rodillas en el tapete del recibidor y comenzó a golpear el suelo con los puños,-¡No! ¡Yo no te pertenezco! ¡No hare nada de lo que pides, jamás! Nunca más… Dejare a estas mujeres en libertad, así me denunciaran y me arrestarán, también me llevaran a un hospital psiquiátrico y…

-¡NO! ¡NO TE PERMITIRÉ HACER ESO! ¡HE ESPERADO SIGLOS, MILENIOS ESPERANDO SALIR Y AHORA QUE TENGO UN CUERPO NO DEJARÉ QUE NI TU NI NADIE SE INTERPONGAN EN MI CAMINO! ¡AHORA RINDETE MORTAL! ¡TE LO ORDENO!- El cuerpo de Charles comenzó a temblar, un frio asesino, seguido de un calor abrazador lo inundaban una y otra vez, haciéndolo retorcerse en la alfombra del dolor, al mismo tiempo, algunas de las mujeres comenzaron a salir de los cuartos, aun desorientadas, pero capaces de observar con mayor atención. Vieron a Charles tirado en la alfombra y algunas comenzaron a gritar, otras más corrieron hacia la puerta y una de ellas lo golpeó en la cabeza con una charola de plata, al caer de bruces en la alfombra, vio perfectamente que quien lo golpeó fue aquella mesera, cuyos ojos ahora solo reflejaban odio y terror: -¡MALDITA SEA! ¡HE PERDIDO EL CONTROL SOBRE SUS MENTES! ¡TODO ES TU CULPA ESTUPIDO MORTAL! ¿CÓMO TE ATREVES A DESAFIAR A LA ENCARNACIÓN MISMA DE LA LUJURÍA! Pero esto no se quedara así maldito, me apoderare de tu cuerpo y entonces, iré por esa mujer, si, esa pequeña mujer que tanto deseas será solo mía, de maneras inimaginables, ¡solo será mía!-. En ese momento, la puerta principal se abrió de par en par y todas las jóvenes salieron corriendo, dando tumbos y gritando, mientras desde el exterior llegaban más gritos y conversaciones perdidas. Charles entró arrastrándose a la cocina, soportando el dolor de su cuerpo, de sus rodillas, puños y su cabeza, se puso en pie y comenzó a rebuscar entre los cajones.

-¿Buscas cubiertos idiota? ¿Crees que te dejaré si quiera ser mi cocinero? ¡Qué ridiculez!

-Eres… un egocéntrico idiota… no busco nada más que… esto-. Charles sacó la mano del cajón sujetando un cuchillo plateado y brillante, cuyo filo parecía cortar solo con mirarlo.-¡Necio! ¡No dejaré que te mates! ¡Este cuerpo será mío, solo mío!- En ese momento, Charles sintió como el calor se centraba en su mano, tratando de hacerle soltar el cuchillo, le escocía, cada centímetro de su piel se sentía ardiendo mientras que centraba todas sus fuerzas en dominar el arma. Comenzó a dar pasos, girando, chocando con todo, tumbando platos y ollas. Llegó de nuevo al recibidor y en el portal veía a varios curiosos mirando hacia adentro, algunos con expresiones meramente burlonas, otras con terror y preocupación. Entonces, de entre la multitud distinguió a Aurora, quien lo miraba con los ojos desorbitados, con pequeñas lágrimas corriendo por sus ojos. Sintió una furia inmensa dentro de sí, a la vez que la voz resonaba de nuevo: -¡Ahí esta! ¡No necesito apoderarme de ella para hacerte miserable, solo tengo que matarla y me has dado el arma perfecta!- La rabia entonces surgió del mismo Charles, quien gritó con todas sus fuerzas y sin meditarlo ni pensarlo dos veces sujeto el cuchillo con ambas manos y lo encajó en su abdomen. Sintió un inmenso dolor, a la vez que una humedad se esparcía sobre sus piernas y sus manos, cayó de rodillas en la alfombra mientras los presentes corrían y gritaban, la única que permaneció ahí fue Aurora, quien comenzó a llorar con mayor fuerza y corrió hacia él.

-¡NO! ¡NO DE NUEVO! ¡HACE DOS MIL AÑOS SUCEDIÓ ESTO! ¡NO DE NUEVO! ¡NO!- La voz sostuvo un grito dentro de Charles durante unos segundos, antes de ahogarse en el silencio y desaparecer junto con el calor. Entonces Charles sonrió, y se desplomó completamente en el suelo mientras veía su sangre machando el suelo y los zapatos blancos de Aurora. –Aurora… Perdóname, yo quería ser…el hombre que pudiera estar contigo, por eso comencé todo esto…ahora veo mi error. Te…Te a…

-Charles, yo también te amo, nunca debió pasar esto, te amo. Perdóname por nunca habértelo dicho-. Las lágrimas corrieron con mayor fuerza por las mejillas de Aurora, mientras suspiros y sollozos salían de sus delicados labios. Charles levantó una mano ensangrentada y limpió con delicadeza una de esas lagrimas. –No llores…este fue mi error y ahora pago por el…corre, vete de aquí y no mires atrás…aun no estás a salvo. Corre por favor.

Aurora lo miró, lloró con aun más fuerza y salió corriendo del lugar, mientras sirenas policiales inundaban el ambiente. Aquel hombre moreno se arrastró con todas sus fuerzas cerca de un hermoso sillón individual, se trepó a él, y se sentó esperando la muerte, mientras un hombre blanquecino lo miraba desde el pasillo de enfrente. –Joven Charles, que desgracia encontrármelo en esta situación tan desafortunada. Pero negocios son negocios señor, y me temo que es hora de cobrarle nuestra deuda.

-Je, no me sorprende, ¿qué…es usted el diablo? Viene por…mi alma ¿no?

-¿El diablo? Ja, ja, lamento reírme, pero suena ridículo, el diablo no interviene en asuntos terrenales, a mí solo me interesan los componentes especiales para mi último hechizo, aquella que me dará vida eterna y poderes inimaginables. Solo que necesito de otros que se sacrifiquen por mí. Ahí es donde entra usted, amigo mío, verá, su corazón ya ha sido invadido por Lurjus, el demonio de la lujuria, esa mancha jamás podrá ser borrada de su corazón.

-Entonces…solo necesitas un corazón invadido por sus poderes…

-No, te equivocas de nuevo, lo que necesito de Lurjus es un corazón que el invadiera, pero que este corazón fuera más fuerte que él. Por eso te elegí a ti, porque sabía que tu lo derrotarías en cuanto el te atacara y amenazara lo que sientes. Felicidades, derrotaste a un demonio, lástima que no podrías contarlo.

Charles comenzó a reír y cerró los ojos esperando la muerte. Al cerrar sus ojos sintió el calor de las lagrimas escapando bajo sus parpados mientras la imagen de Aurora se mostraba ante él, su sonrisa cautivadora, sus hermosos ojos que siempre se veían ocultos tras aquellos lentes. Su piel morena destacando siempre de su hermoso vestido azul turquesa, ella le tendía la mano, el trataba de sujetarla y alcanzarla y cuando lo logró, sintió un calor inmenso, seguido de una sensación de que su corazón dejaba de latir.

. . .

-…En otras noticias, la policía por fin a encontrado al culpable de las desapariciones de mujeres jóvenes, al parecer este hombre las drogaba con una sustancia aun desconocida que se consume por la piel, las autoridades aun no descartan la posibilidad de que esté ligado al crimen organizado y a la trata de blancas, pero las victimas aseguran que no recuerdan haber sido sacadas de aquella casa ni de que ningún otro hombre entrara al lugar. El culpable fue encontrado muerto sobré un sillón, teniendo laceraciones en la cabeza, una herida muy profunda producida por un cuchillo en el estomago y otra mucho más grande y profunda que iba desde el cuello hasta la parte media del torso. De esta herida fue extraído su corazón. Aun se desconoce el motivo por el cual fue encontrado así, pero se cree que fueron los líderes de la banda quienes ordenaron esta terrible escena. –La televisión se apagó y la estática fue el único sonido que permaneció por unos segundos. Cuando esta se apagó, el hombre frente a la televisión comenzó a reír mientras hacía girar en su mano derecha un delicado frasco de color opaco, tallado con figuras y letras incomprensibles. –Hermoso, planeado no hubiera sido mejor, ahora el crimen organizado tiene la culpa…y yo este precioso corazón enamorado y marcado por la lujuria. Ya va uno de los seis necesarios. Pronto terminaré de reunirlos y entonces…- Se relamió las palabras y comenzó a reír. Mientras, seis almas más se estremecieron simultáneamente, como un presagio de su destino. -¿Qué sucede?

-Nada, nada en lo absoluto…- Respondieron las seis personas al unisonó. 

7 de marzo de 2013

Sumireko


Yo veía a esa pobre mujer amigos míos, veía como la lluvia le abofeteaba la cara, pero ella ni siquiera se inmutaba, la gente y los autos último modelo pasaban sin apenas notarla entre toda la oscuridad de aquella turbia noche. ¿Por qué era la vida tan buena con unos y tan cruel con otros? Eso era lo que yo me preguntaba mis queridos amigos, esa mujer se encontraba todas las noches ahí. Así lloviera, nevara o relampagueara, ella se quedaba ahí, sin inmutarse, parada cual árbol viejo que soporta la tempestad porque su destino es ese, soportar y esperar.

La observaba desde mi balcón, un sitio modesto como el de la luna que mira al sauce cada noche. Su humilde narrador no sabía su nombre, ni su edad ni dirección. Solo sabía que Todas las noches, a las nueve treinta y siete en punto llegaba frente a esa casa, se quedaba parada ahí hasta las diez y cinco, que era la hora en que salía un caballero de buen aspecto y finos modos rumbo a su trabajo. Ahora, se preguntaran a que se dedicaba ese hombre que salía tan tarde de su hogar, pues me temo que eso jamás lo supe, ya que era un hombre  reservado al extremo de ermitaño, nunca veía a nadie más que a su sirvienta salir durante el día. 

El caso es que esta mujer amigos míos, lo esperaba y en cuanto este salía, ella le tendía un paquete sobre sus palmas abiertas y agachando la cabeza, al hacer esto era cuando más se movía en toda la noche, pero el hombre siempre pasaba de largo sin mirarla siquiera. Y así subía a su automóvil último modelo japonés y se marchaba sin que variara jamás esa rutina, cuando el auto arrancaba aquella mujer se quedaba un buen rato ahí, parada en la misma posición en que le había tratado de entregar el regalo y así, pasadas ya las doce o una de la mañana, ella se marchaba con paso lento y titubeante lo que me hacía sentir gran pena por ella.

Aquella noche no fue la excepción, su humilde narrador podía ver a esta mujer parada ahí afuera y a las diez con cinco en punto, el hombre salió y ella, como también era previsto, le tendió el regalo haciendo la misma pose una y otra vez. Y como también podrán imaginarse, el hombre pasó de largo y subió a su auto nuevo. Pero aquella vez algo cambio, aquella muchacha ya no se quedo en esa posición por dos horas, sino que pasados unos segundos de que él se marchara, ella se arrodillo en el suelo inundado y comenzó a darle puñetazos a las baldosas de la calle, ese día, por primera vez amigos míos, el suelo de mi balcón se humedeció, pero no fue por que la lluvia hubiera vencido al concreto, sino porque, como podrán imaginarse, la pena por esa mujer me lastimó en lo más profundo de mi ser.

No lo soporté y así, en pantalón de mezclilla y playera de algodón, baje lo más aprisa que pude hasta llegar a donde ella se encontraba, estaba situada en el mismo lugar y situación en que mi vista la había dejado hacía unos minutos y el paquete que ella le ofrecía a aquel hombre estaba a unos palmos de ella, completamente desecho por el agua y el golpe que se dio cuando ella lo tiro. A pesar de que llegué corriendo, ella no notó mi presencia hasta que le tendí una mano para que se levantara, pude ver un rostro hermoso, de mi misma edad queridos lectores. Era una chica de facciones delicadas y de cuerpo espectacular, en sus ojos se veía el sufrimiento que pasaba, pero no veía nada que indicará lo contrario a la idea que me había formado, que era una chica de buen corazón e inexperta en estos desfortunios de la vida. Ella tomó mi mano y la ayudé a levantarse, después la invité a pasar a la humilde morada de este su narrador. Pero antes de avanzar tomé el paquete que ella había dejado tirado y lo lleve en mis manos hasta que entramos.

-Mi nombre es Sumireko- dijo con una voz suave y aterciopelada,  con un acento muy marcado, casi curioso en la zona en la cual me encontraba, eso explicaba su modo de entregar el regalo, era una chica de Japón, aun más hermosa que aquellos autos tan nuevos y vistosos.- Mi nombre es Dimitri, un gusto conocerte-. Que puedo decir, mi nombre siempre me ha gustado amigos míos,- perdona que te moleste, si no fuera yo tan infantil y no me hubiera enamorado del señor R. …- unas lagrimas le bajaron por las mejillas y cayeron con un plip plap sobre la mesa.

-No te preocupes, no es tu culpa enamorarte.

-pero me he enamorado de un hombre que no sabe que existo.

-que ciego es entonces, porque eres muy hermosa-. Ella alzó la mirada y un brillo salió de su mirar, era extraño, jamás había visto ese brillo en los ojos de otra persona,- gracias, pero ya te he importunado demasiado, debo irme-. Se levanto y camino hacia la puerta, pero yo me levanté,- espera, no puedes ir por la calle así, podría pasarte algo. Anda, duerme aquí y mañana te acompañaré a donde vivas- mi miró con aquellos ojos color caoba húmeda amigos míos y sentí algo extraño en mi interior, algo que jamás había sentido antes,- gracias…de verdad, te lo agradezco-.

Mis queridos amigos lectores, déjenme decirles que aquella noche no paso nada indecoroso, contra la voluntad de ella dormí en el sillón de la sala, el cual era bastante cómodo y la dejé a ella dormir en mi mullida y caliente cama. Al día siguiente los primeros rayos del alba me despertaron y fue algo curioso verme acostado en el suelo, ya que caí sin darme cuenta. Al levantarme comencé a preparar un desayuno de café y huevos con pan tostado, quizá no fuera algo muy elegante, pero vamos, serviría para llenar el estomago.

Ella salió de mi habitación en el momento en que colocaba las tazas en la mesa.- Buenos días Dimitri-. Su mirada era vivaz como ayer, pero sin las sombras de las lágrimas empañando sus hermosos ojos y entonces, amigos míos, me di cuenta de algo extraño, su ropa no estaba en lo absoluto arrugada, su cabello estaba perfectamente peinado y su maquillaje no se había corrido ni un poco, en mi habitación yo no tenía nada que le pudiera servir para arreglar esas cosas… ¿ella de verdad estaba mojada la noche anterior? Eso mismo me preguntaba yo camaradas, me había perdido de tal forma en su voz dulce y en su modo de mirar que no me había fijado en ello.- Buenos días Sumireko, espero que durmieras bien-. No sabía porque pero ella tenía algo que me parecía extraño, no sabía porqué.

Esbozo una hermosa sonrisa y tomó asiento al igual que yo, me tenía tan abstraído que no me fijé y le di un golpe a la taza de café, pero esta por suerte no se derramó. Ella volvió a reír y me dijo con una sonrisa cómplice.- ¿Por qué te preocupas por esa taza?-No entendí aquella pregunta, era natural preocuparse por derramar algún liquido, mas aun, es común preocuparse por evitar quebrar una taza. Aquel misterio era mucho para mí amigos míos, su aspecto, su modo de mirar y sus comentarios tan extraños no eran cosa fácil de descifrar, así que me adelanté sobre los platos y le pregunté,- tu sabes algo que yo no ¿cierto?- ella sonrío de nuevo dejando ver unas perlas en su boca y me tomó por la barbilla. -kawaii, no te has dado cuenta de lo que soy, lo que eres ni de lo que pasó ¿verdad?- me quedé perplejo ante aquella pregunta, no sabía que contestar.

-Mira tus codos, ¿no notas algo extraño Dimitri?- bajé la mirada y lo que vi me provocó un mareo increíble amigos míos, mis codos estaban atravesando la taza y los platos, pero yo no sentía en absoluto dolor o frío, era como si simplemente la taza se mezclara conmigo. Me eché hacia atrás presa del pánico y caí en el suelo, pero no sentí el golpe. Entonces, mis amigos, me di cuenta de que no había sentido el frío del piso al despertar, tampoco había notado el calor de la estufa y la cafetera. ¿Qué pasaba?

-en serio, eres tan tierno que me gustas, estás muerto, eres un fantasma como yo, ¿no te has dado cuenta?- Sumireko estaba parada frente a mí, esbozando aquella sonrisa enigmática y atractiva, pero yo no creía amigos míos, yo no podía creer que estaba muerto. Así que corrí hacía la puerta y traté de salir, pero esta no se abría. –Es inútil tu y yo estamos muertos, debiste notarlo, yo fallecí ayer en la banqueta, frente a tu casa podemos mover objetos con nuestras transparentes manos, pero no podemos atravesar portales si no se encuentran abiertos, es inútil que trates de salir Dimitri. Mi cadáver está ahí aun en la calle, el tuyo esta aquí, tirado sobre el sillón, míralo por ti mismo .-. Ella señaló hacia el sofá y cuando vi lo que ahí estaba, amigos míos, no pude más que gritar una desesperación que nadie podría escuchar. Era cierto, mi cadáver, mi cuerpo, yo estaba ahí tirado en el sofá, con a boca ligeramente abierta y completamente blanco. Era verdad, estaba muerto ¡muerto!

(Continuará)
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